Quiero un día Anabel!
Anabel es una compañera de trabajo, de otro área pero que conozco hace ya 10 años.
Tiene una forma de ser sorprendente y muchas veces, en cierta forma, envidiable.
Anabel es el ejemplo viviente del prototipo de mujer “Susanita” (calculo que todos han leído a Mafalda).
Su única meta en la vida es casarse y tener hijos. Pero Susanita no se conforma solo con eso, además de ser la madre, esposa y ama de casa perfecta, era fría y calculadora al momento de conseguir sus objetivos, sin por ello estar totalmente convencida de que hace lo correcto.
Solo que Anabel trabaja porque la situación actual no permite mantener una familia con un solo sueldo.
Pero no se preocupa por ello, ni especula, ella es totalmente ingenua, sin maldad, y hasta se podría decir que nunca se detuvo a pensar que era la maldad, eso implicaría tener que usar su cerebro en demasía.
No es de soberbia o de sentirme superior a nadie, pero la he escuchado hacer preguntas que han hecho que me avergüence de ser del mismo genero que ella.
Citemos a Anabel:
“EL JAMON COCIDO ES EL CLARITO O EL OSCURO??”
o …
“EL PROTECTOR SOLAR CUANTO MAS FACTOR DE PROTECCION TIENE MAS PROTEGE??”.
Y les aseguro que he tenido que contener un sin número de respuestas irónicas que se me cruzaban en ese momento por el solo hecho de que me dio pena, mas allá de la risa.
Ingresó en la empresa por ser la nuera de la coordinadoras de comercio exterior, una mujer con mucho carácter, una leona con enormes dientes y uñas al momento de defender a su manada, caiga quien caiga.
Y es por eso que Anabel sigue tranquila y a su poco agitado ritmo, trabajando allí.
Es la única en toda la administración que nunca progresó, ni siquiera intentaron darle un puesto un poco mas exigente.
Su trabajo es archivar la papelería y de vez en cuando hace los bancos (solo cuando no queda otro recurso disponible, es que corren el riesgo).
Cuando quedó contratada, ya sabiendo cual iba a ser su función, estuvo muy muy nerviosa y no pudo dormir en toda la noche.
Para dar una buena impresión en su primer día laboral y no cometer errores, pasó TODA LA NOCHE, practicando su trabajo, es decir “escribiendo letras y números para ver de que forma quedaba más prolijo”.
Y como dije, es tan ingenua que lo comentó a sus compañeras como una hazaña en su primer almuerzo laboral.
Todas tuvieron que contener las carcajadas para evitar que la leona se las devore y solo le dijeron que se tranquilice, que no iba a tener problemas.
Y Anabel sigue ahí, sin preocupaciones, sin problemas, ni presiones y sin nada que le quite el sueño… salvo su práctica tipográfica.
Muchas veces siento envidia de ella. Siempre tan tranquila, en su burbuja de cristal, sin darse cuenta de las desventuras de la vida y de la verdadera realidad. Realidad que filtra a través de sus ventanitas viendo todo color rosa.
Cuando me siento sobrepasada por las presiones, los reclamos, las corridas o mis propios planteos que exigen una decisión dolorosa o compleja, pido a gritos no pensar, poder separar mi cabeza del cuerpo, dejarla ahí y salir corriendo, pero está empecinada en perseguirme, hostigarme quitándome horas de sueño.
Por eso, tan solo pido un día, solo un día Anabel, para sentirme totalmente feliz, por un momento, aunque no sea real.
Tiene una forma de ser sorprendente y muchas veces, en cierta forma, envidiable.
Anabel es el ejemplo viviente del prototipo de mujer “Susanita” (calculo que todos han leído a Mafalda).
Su única meta en la vida es casarse y tener hijos. Pero Susanita no se conforma solo con eso, además de ser la madre, esposa y ama de casa perfecta, era fría y calculadora al momento de conseguir sus objetivos, sin por ello estar totalmente convencida de que hace lo correcto.
Solo que Anabel trabaja porque la situación actual no permite mantener una familia con un solo sueldo.
Pero no se preocupa por ello, ni especula, ella es totalmente ingenua, sin maldad, y hasta se podría decir que nunca se detuvo a pensar que era la maldad, eso implicaría tener que usar su cerebro en demasía.
No es de soberbia o de sentirme superior a nadie, pero la he escuchado hacer preguntas que han hecho que me avergüence de ser del mismo genero que ella.
Citemos a Anabel:
“EL JAMON COCIDO ES EL CLARITO O EL OSCURO??”
o …
“EL PROTECTOR SOLAR CUANTO MAS FACTOR DE PROTECCION TIENE MAS PROTEGE??”.
Y les aseguro que he tenido que contener un sin número de respuestas irónicas que se me cruzaban en ese momento por el solo hecho de que me dio pena, mas allá de la risa.
Ingresó en la empresa por ser la nuera de la coordinadoras de comercio exterior, una mujer con mucho carácter, una leona con enormes dientes y uñas al momento de defender a su manada, caiga quien caiga.
Y es por eso que Anabel sigue tranquila y a su poco agitado ritmo, trabajando allí.
Es la única en toda la administración que nunca progresó, ni siquiera intentaron darle un puesto un poco mas exigente.
Su trabajo es archivar la papelería y de vez en cuando hace los bancos (solo cuando no queda otro recurso disponible, es que corren el riesgo).
Cuando quedó contratada, ya sabiendo cual iba a ser su función, estuvo muy muy nerviosa y no pudo dormir en toda la noche.
Para dar una buena impresión en su primer día laboral y no cometer errores, pasó TODA LA NOCHE, practicando su trabajo, es decir “escribiendo letras y números para ver de que forma quedaba más prolijo”.
Y como dije, es tan ingenua que lo comentó a sus compañeras como una hazaña en su primer almuerzo laboral.
Todas tuvieron que contener las carcajadas para evitar que la leona se las devore y solo le dijeron que se tranquilice, que no iba a tener problemas.
Y Anabel sigue ahí, sin preocupaciones, sin problemas, ni presiones y sin nada que le quite el sueño… salvo su práctica tipográfica.
Muchas veces siento envidia de ella. Siempre tan tranquila, en su burbuja de cristal, sin darse cuenta de las desventuras de la vida y de la verdadera realidad. Realidad que filtra a través de sus ventanitas viendo todo color rosa.
Cuando me siento sobrepasada por las presiones, los reclamos, las corridas o mis propios planteos que exigen una decisión dolorosa o compleja, pido a gritos no pensar, poder separar mi cabeza del cuerpo, dejarla ahí y salir corriendo, pero está empecinada en perseguirme, hostigarme quitándome horas de sueño.
Por eso, tan solo pido un día, solo un día Anabel, para sentirme totalmente feliz, por un momento, aunque no sea real.
5 comentarios:
A veces, cuando veo una Anabel cruzarse en el camino pienso: quizá en realidad ella es la que eligió. Eligió el tipo de vida, vio las opciones y se decidió por una. Mientras que yo, o varios, o algunos o muchos, no elegimos, nos dejamos llevar por la cresta de la ola, creyendo que teníamos personalidad para decidir nuestro camino.
Muchas veces me he sorprendido a mí mismo diciendo "quiero ser un idiota feliz". Porque que Anabel es feliz eso no se discute, ni acá ni en la China.
Ay Pol, ahora yo acuso haber recibido un golpe bajo.
No se piense por favor que es una revancha esto, solo fue un golpe de rebote, no fue mi intención.
Y es muy probable que sí, que ella es la que eligió y tiene sus metas bien definidas, básicas, simples pero totalmente alcanzables y por eso es feliz.
Cuando te dejas llevar por la pasión, la adrenalina, lo que realmente te hace sentir vivo, te das cuenta que la felicidad que te provoca es totalmente momentánea.
Y las opciones son vivir buscando olas o sentarse en la playa, tranquilos a verlas de lejos.
Hmmmm No creo que Anabel haya elegido. El estar frente a una elección supone estar conciente de la bifurcación que se nos ofrece. De las posibilidades. De acertar o de fallar. De preguntas como: "que hubiera sucedido si..."
Aquel que tiene sólo un reloj esta seguro de la hora; aquel que tiene dos , no.
O quizás tenga que ver con la resignación de las cosas que sabemos no están a nuestro alcance.
Me inclino por la primera, creo es una cuestion de lucidez.
Bendita ignorancia. Bendita tu eres Anabel.
Tengo mis dudas todavía.
No puedo creer que sea así en forma natural y sin darse cuenta.
Creo que se hace la boluda para pasarla bien, y solo ve y alcanza lo que quiere (y obviamente quiere lo que puede).
Hoy estoy en uno de esos días que si no consigo tener un break, voy a quedar como Anabel... Y bue, capaz que logre ser feliz asi.
Creo que uno siempre opta. Aunque sea inconciente, elige, aunque no vea otras alternativas, elige.
Será que hay quienes tiene conciencia de sus límites? Entonces saben que estar arriba de las olas no es para ellos? y aceptan quedarse sobre la arena firme, húmeda, llena de papeles y botellas vacias, pero sin riesgos?
O eso mismo, también tiene su propio riesgo implícito?
Yo conocí a alguien, con quien estuve haste hace poco tiempo, que era así. Veía desde la playa, disfrutaba el sabor que traía yo al volver estropeado pero sonriente,después de ser revolcado por el agua. Y ella miraba desde afuera.
Hemos hablado muchas veces, y ella no concebía "su vida" de esa manera. Podía ser muy linda, pero no era a la medida de ella. Tenía conciencia de que le quedaba grande -o chica?-.
Obviamente no duró, y ella quedó con un sabor amargo en la boca. Creo que había pensado que podría, alguna vez, yo volver a la arena, y quería hacerme ver que ella estaría ahí.
Y, ahora que estoy pensando, doy un poco vuelta la tortilla y me digo: quién estaba más firme en el lugar donde deseaba estar? Ella estaba ahí por seguridad, yo allá por insatisfacción.
Ella no se mojaría más allá de las rodillas para mantener su postura, yo no pisaría mucho la arena porque, ni escarbando profundo en ella, encontraría un sentimiento similar a la posibilidad de ser ahogado por una ola. Y que esa ola fuese tan inmensa que hubiese la probabilidad de que me dejara sin aliento por años.
Quizá miramos las Anabeles tratando de definrnos a nosotros mismos. Puede llegar a suceder, algún día, que nos vuelva a encontrar Anabel, mirándonos tendidos en la playa, ya respirando con dificultad, casi a punto de cerrar definitivamente los ojos, mientras ella, pasea con un helado en la mano, disfrutando del sol y el viento.
Quién tendrá más satisfacción por lo vivido? Uno mismo balbucendo: haber entregado las entrañas a esa ola, me deja la certeza de haber llenado mi vida hasta rebalsarla de intensidades?
O ella, agradeciendo al inventor del helado por ese manjarcito?
Igualmente ya no se puede volver atrás. Y si volviera, me volvería a meter al mar.
Sí, definitivamente.
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