El tiempo contra mí
Admito, antes de cualquier descargo, que soy malísima para cualquier tipo de estimación, sea tiempo, distancias, dimensiones y/o gastos.
Como siempre me dice M – si vos decís que son 5 cuadras, yo calculo 10 y si decís que en 10 minutos estás lista en realidad es media hora – y tiene razón.
Tal vez sea por eso que ni él, ni mi familia, ni mis amigos esperan mi llegada a horario, es más, se sorprenden cuando llego puntual y sospechan que tenía mal anotada la hora.
Muchas veces si la puntualidad es importante para algún encuentro, el horario que me pasan es de 15 o 20 minutos de antelación al del resto, y así logran que lleguemos todos juntos.
No es por falta de respeto hacia el resto y menos aun tengo la intención de llegar última como una diva que esperan ansioso ver entrar caminando por la alfombra roja captando las miradas de los comensales.
Aunque no puedo negar que odio que me dejen plantada. Soy demasiado ansiosa para lograr que solo 5 minutos de espera sean 5 minutos y no 1 hora como lo siento yo.
Por suerte y para mi salud mental, los celulares y los benditos minutos libres que trae el abono, apaciguan la espera al hacer reiterados reclamos por la tardanza y confirmar que no voy a quedar ahí esperando por siempre.
Por otro lado, tengo una virtud, que algunos se empecinan en remarcarlo como un defecto, y es mi instinto de optimización de los tiempos (tantos cursos inútiles dieron sus frutos) y muchas veces hace que lleve todo al límite, sin tener en cuenta los imprevistos (o malos cálculos), sea el tiempo que tarda el colectivo o la cantidad de revoque necesario que generalmente fluctúa en relación con las horas dormidas.
Cada vez que me propongo ser puntual, el mal llevado de Murphy pone en práctica alguna de sus leyes.
Cuando calculo que el colectivo tarda media hora y salgo 45 minutos antes, el chofer decide ir a fondo en ese trayecto, para después poder fumar tranquilo donde sabe que no va a subir el inspector y cuando estoy con el tiempo justo por alguno que otro imprevisto, el señorito decide ir disfrutando del paisaje.
Si tardo normalmente media hora en bañarme (si si, se que me tomo mi tiempito), el agua se corta porque se mete aire en la cañería y quedo como un pollito mojado rezando para que vuelva y poder enjuagarme, y obviamente los tiempos se fugan dejándome otra vez retrasada.
Juro que intento modificar mis hábitos, pero el mundo está contra mí, y estoy casi segura que es todo un complot para desalentarme y hacerme quedar mal.
El que este pensando que ya estoy esquizofrénica, que se abstenga de hacer comentarios … porque esta de más decirlo.
Como siempre me dice M – si vos decís que son 5 cuadras, yo calculo 10 y si decís que en 10 minutos estás lista en realidad es media hora – y tiene razón.
Tal vez sea por eso que ni él, ni mi familia, ni mis amigos esperan mi llegada a horario, es más, se sorprenden cuando llego puntual y sospechan que tenía mal anotada la hora.
Muchas veces si la puntualidad es importante para algún encuentro, el horario que me pasan es de 15 o 20 minutos de antelación al del resto, y así logran que lleguemos todos juntos.
No es por falta de respeto hacia el resto y menos aun tengo la intención de llegar última como una diva que esperan ansioso ver entrar caminando por la alfombra roja captando las miradas de los comensales.
Aunque no puedo negar que odio que me dejen plantada. Soy demasiado ansiosa para lograr que solo 5 minutos de espera sean 5 minutos y no 1 hora como lo siento yo.
Por suerte y para mi salud mental, los celulares y los benditos minutos libres que trae el abono, apaciguan la espera al hacer reiterados reclamos por la tardanza y confirmar que no voy a quedar ahí esperando por siempre.
Por otro lado, tengo una virtud, que algunos se empecinan en remarcarlo como un defecto, y es mi instinto de optimización de los tiempos (tantos cursos inútiles dieron sus frutos) y muchas veces hace que lleve todo al límite, sin tener en cuenta los imprevistos (o malos cálculos), sea el tiempo que tarda el colectivo o la cantidad de revoque necesario que generalmente fluctúa en relación con las horas dormidas.
Cada vez que me propongo ser puntual, el mal llevado de Murphy pone en práctica alguna de sus leyes.
Cuando calculo que el colectivo tarda media hora y salgo 45 minutos antes, el chofer decide ir a fondo en ese trayecto, para después poder fumar tranquilo donde sabe que no va a subir el inspector y cuando estoy con el tiempo justo por alguno que otro imprevisto, el señorito decide ir disfrutando del paisaje.
Si tardo normalmente media hora en bañarme (si si, se que me tomo mi tiempito), el agua se corta porque se mete aire en la cañería y quedo como un pollito mojado rezando para que vuelva y poder enjuagarme, y obviamente los tiempos se fugan dejándome otra vez retrasada.
Juro que intento modificar mis hábitos, pero el mundo está contra mí, y estoy casi segura que es todo un complot para desalentarme y hacerme quedar mal.
El que este pensando que ya estoy esquizofrénica, que se abstenga de hacer comentarios … porque esta de más decirlo.
5 comentarios:
Bueno, esqwuizofrénica no. A lo mejor un poquito paranoica.
A las locuras no hay que disculparlas. Hay que nutrirlas.
www.entrecorbatasyescotes.blogspot.com
jajaja, gracias por sus acotaciones caballeros, me dejan mas tranquila.
Y la verdad es que me divierto mucho con todos los contratiempos que se me generan, asi que le voy a hacer caso señor Wilfredo.
NO le haga caso al mundo, todos quienes han asimilado el tiempo de él llegaron a perderse de vista a si mismos. El tiempo es un accidente.
Usted dice que el tiempo es un accidente señor Cirulaxio?? Yo pense que era por la falta de él que me los provocaba.
Hay veces que quiero que se detenga y otras que pase a ser tiempo pasado.
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