10 dic 2007

El Alivio de la realidad

Hace mucho que no escribo, y más allá de tener mil cosas dándome vueltas por la cabeza, no podía plasmar nada.


Mi duelo (por decirlo así de laguna manera) me llevaba a caer siempre en el mismo tema, siempre encontraba la forma de interrelacionarlo con cualquier otra cosa, y estaba muy enojada con migo y digamos que me impuse una especie de penitencia, por obstinada.

Pero me gustaría, ahora ya despejadas las incógnitas que me tenían atrapada en la telaraña, exponer el desenlace en forma resumida, que obviamente en el tiempo siempre se ve más claro.

Después de ese último encuentro, no lo volví a ver, desaparecí totalmente sin explicaciones ni motivos aparentes, por lo menos para él, de todo medio de contacto. Me escribió para saber si estaba bien, porque no tenía noticias pero recién pude juntar fuerzas y responderle a la semana siguiente.

Chateamos muy superficial, él sin hacer ninguna pregunta y yo sin darle pie a hacerla.

Tenía una mezcla de sentimientos muy confusa, me movía entre odio, dolor, pena, rechazo y sobre todo desilusión.

No lo podía definir pero sí, todos en su combinación y cada uno por su lado, me generaban mucha angustia.

Lloré como hacia años no lo hacia, no le encontraba sentido a nada y solo quería estar con migo, no tenía ni ganas de disimular ni tener que darle explicaciones a nadie.

Seguí escuchándolo, sin poder disfrutarlo, sin poder creer que seguía volcando en mí parte de su vida, sin darse cuenta que yo, del otro lado del monito contenía las lágrimas, porque cada parte de su vida que me exponía era un tajo, profundo y cada vez mas ajeno a mi mundo.
Lo pensé mucho y decidí a hacer lo que tendría que haber hecho hacia mucho ... hablar y no con silencios.

Le iba a pedir que nos viéramos, pero no aguanté hasta el encuentro, exploté antes y lo peor de todo que sin poder tenerlo cara a cara.

Me contó que se compró una camioneta antigua, estaba muy contento. Quería que viajáramos juntos, y me invitó a la cabaña que tiene el abuelo en el lago, que íbamos a poder estar tranquilos, sin horarios ni corridas.

Mi cabeza trató de entenderlo, de ver sus necesidades, de encontrarle una explicación al circo que armaba o que se armaba para con él.

Pero no pude comprender lo que buscaba, y no quería creer que lo hacia de hijo de puta.

Esquivé la invitación dejándola en una atmósfera de “tal vez algún día”, como tantas otras veces lo hice.

Después de más de tres semanas de ausencia de piel, ni intento de tal, me cuenta que se había hecho "el tatoo", ese que yo le había elegido, ese que una noche le dibujé en el brazo, ese que quedo impreso por todo mi cuerpo, junto al resto de sus marcas.

- El dolor fue placentero, como me describiste que iba a ser y me encantó como quedo, tal cual vos me lo hiciste – dijo N – y me encantaría que lo vieras.

La gota terminó de caer, y el vaso rebalsó.

Mis ojos se inundaron de ira y mi cuerpo comenzó a temblar, sabiendo que no iba a poder contenerme hasta tenerlo en frente.

- Sabes? no te entiendo – escribí con furia – Para que queres que lo vea? ... que te importa lo que yo pueda pensar.

- Por que me decis eso?– se sorprendió.

- Mil veces te dije que no me zalamearas, que no hacia falta, te pedí que fueras sincero y no lo fuiste. Armaste un camino que no existe yendo mas allá del hoy, y lo peor es que yo como una estúpida me permití abrirme a vos, y sentir lo que no debía.

Dije todo lo que tenia guardado desde hacia tiempo, y lo dije sin tapujos y sin esperar una respuesta a cambio, porque realmente no la quería, ni necesitaba.
Cerré el msn, ya satisfecha de haberme descargado, satisfecha de no haberme escapado y haber aceptado la realidad.

Lloré hasta secarme, lloré hasta que no quedara nada de lo que nunca fue.

No existe mayor desamor que la desilusión de un desengaño y lo doloroso no es haber perdido a alguien, sino haber tenido tantos sentimientos hacia una sombra.

Tuve mis momentos de bronca, y de sentir la necesidad de humillarlo haciéndolo sentir lo que siempre fue y quiso enmascarar. Pero como bien me dijo un amigo “no vale la pena”, y tenia razón.

Muchas veces me encuentro pensando en él, y sonrío en silencio y disfruto de los recuerdos - la carne es débil y la cama se extraña -

Ya no siento el odio que necesitaba para contrarrestar lo que no debía sentir.
Ya podría mirarlo a los ojos y disfrutar lo que realmente tienen para darme.