5 mar 2008

La falsa calma

Hace unos cuantos meses atrás, estaba en un punto en el que venía tomando carrera, dispuesta a tirarme, y cuando llegué al borde, me agarraron de la remera, y con un tirón en seco, que me dejó prácticamente sin aire, quedé sentada de culo, medio atontada.
Me tiraron un balde de agua fría y me dijeron “pensá antes de actuar”.
Y la verdad, es algo que generalmente hago después, propio de mi carácter impulsivo y no mido las consecuencias cuando el fuego sale por mis poros, tenga quien tenga en frente.
También me suelo ir al otro extremo en el que pienso y repienso con meses de anticipación, y planeo una utopía que nunca llego a concretar.
Por que? ... obviamente porque tanta espera me termina exasperando al punto de mandar todo a la mierda y llegado el día, tomo la decisión que se me cruce por la cabeza en ese momento y que sea lo que Dios quiera.
Si me arrepiento después? ... pufff, muchas veces, pero no puedo contenerme. Pero es la forma y no el contenido de lo que me arrepiento.
Este parate que hice de la vorágine que era mi vida, producto de varios sopapos recibidos de todos lados y al mismo tiempo, hace que parezca que estoy sedada.
Me siento extraña, me cuesta encontrarle la vuelta a este estado de calma.
A pesar que puedo disfrutar cada cosa a su tiempo, sin sobre exigirme, sin apuros, siento mucha tranquilidad ... demasiada ya.
... “estas cambiada Pol, ahora no me agoto de solo mirarte, al contrario, me transmitis paz” me dicen mis amigos.
Pero eso tampoco me convence, solo siento que es un break, que es la calma que antecede al huracán.
Los efectos de los tranquilizantes se están yendo, están apareciendo nuevamente estímulos que había dejado de lado, pero no los pude matar, solo quedaron aletargados.
Y mi cuerpo tiene sed de adrenalina, a dosis completa y la quiere ya.